Para empezar, prefiere "llegar a la gente de setenta años, que tiene un montón de dinero", ya que la gente adolescente, a su juicio, no tiene poder adquisitivo para acceder a los productos anunciados por esta competición, los de sus patrocinadores oficiales, es decir, la marca de relojes Rolex y el banco suizo UBS. Argumenta que para llegar a los más pequeños, tendrían "que anunciarse con Disney".
Además, afirma que la gente de 15 y 16 años no sabe lo que quiere ser de mayor, para enfatizar su idea de que intentar acercar la F1 a edades más bajas le parece un sinsentido. También califica las redes sociales como "tonterías", por las que admite no estar interesado.
Me parece manifiesto que este señor ya no entiende la lógica del mundo moderno, donde las Tecnologías de la Comunicación son vitales para cualquier negocio, ya no solo para adaptarse a los nuevos tiempos como señal de innovación, sino simplemente para subsistir. Pero es igual de preocupante otra cosa: que sobreentiende que este deporte de las cuatro ruedas es un simple negocio, que solo le interesa por el dinero de los anunciantes y patrocinadores, así como por los contratos televisivos, y no por el público. Pero sin público, no hay anunciantes, y sin anunciantes, no hay televisiones que puedan hacer sostenible la emisión de los Grandes Premios, y sin televisiones emitiendo, no habrá audiencia, ni de quince, ni de treinta, ni de ochenta, ni de cinco años.
Para constatar su concepto de la Fórmula 1, decir que, lejos de preocuparse por las marchas de Marussia y Caterham, dice que "deben pensar en qué van a gastar" y que sus problemas financieros son parecidos a los que tienen las mujeres con las tarjetas de crédito.
Como guinda a su infame pastel, dice que nadie echará de menos a estos dos equipos porque "no son punteros".
No hay comentarios:
Publicar un comentario