Es difícil imaginar cómo puede ser la vida en un desierto. La falta de medios, el aislamiento o la hostilidad del clima son factores que lo hacen todo más complejo. Afortunadamente, el Sáhara tiene un pueblo detrás lleno de vida, energía, fuerza y compromiso con la esperanza de poder cambiar su destino. Los saharauis son gente que lleva más de 40 años viviendo en medio de la nada, pero aún así, hay muchas razones para decir que son un pueblo maravilloso, que merece otra situación.
Estos días con los compañeros y amigos de Un Micro para el Sáhara he visto de primera mano la bondad y hospitalidad de esta gente. He presenciado sus ganas de vivir, y sus ansias de cambiar las cosas para mejor. Tienen una fuerza e ímpetu dignos de admiración, que trasladan a una manera inteligente de desenvolverse en su día a día en unas condiciones muy complejas. Un gran ejemplo es Tiba, un saharaui de pro que es un todólogo con mucho criterio. Para cualquier duda, ahí está él para salvarte el culo. Personas como él me hacen creer en el ser humano.
Dunas en el Sáhara
Durante los últimos días, he visto a periodistas, a mujeres, a niños, mayores y adultos comportarse de una manera inmejorable con los que vienen de fuera. Te acogen en su casa desde el primer minuto como si fueras uno más, y no les importa lo más mínimo. En mi caso, he estado con mis compañeros en la casa de Ebbaba, una chica saharaui que es un ejemplo para su pueblo, para las mujeres y para toda una generación de jóvenes que quiere cambiar las cosas a pesar de las dificultades.
Durante algo más de una semana, he visto el enorme talento que tienen los periodistas del Sáhara. Aman la radio y eso lo transmiten a la hora de ponerse delante de un micro. Tratan todo tipo de temas y lo hacen de una forma exhaustiva, llena de voces y de ritmo que le dan riqueza a lo que cuentan. Además, tienen espíritu crítico y no se casan con nadie. Lo tienen todo para ser lo que les dé la gana.
Periodistas saharauis del taller de Radio en ZEMLA Radio de El Aaiún
También hay mujeres maravillosas en ese desierto dispuestas a ser lo que quieran y a conocerse mejor a sí mismas. Yo no estuve en esos talleres, pero sé que todas han salido muy contentas por lo aprendido por mis compañeras Vicky, Alba, Cora, Rozalén y Bea, cinco grandes chicas que son una joya.
Ellas son parte de un equipo único como es el de Un Micro para el Sáhara. Sergio, Marta, Karla, Santiago, Javi, Lara, Fernando, Esther o Xavier son gente muy talentosa y especial. De todos he aprendido cosas en esta edición y de todos me llevo buenos recuerdos.
A veces se dice que en según que viajes la comida es lo menos bueno. No ha sido este el caso. La familia de Ebbaba tiene una mano para la cocina que ya la siquiera yo para darme clases. Cada desayuno, almuerzo y cena era un regalo para los sentidos. Digno de mención es su pan artesanal, que se entierra en arena para conseguir un sabor excepcional.
Momento en el que se entierra en arena el pan amasado
En definitiva, me siento muy contento de haber estado en los campamentos saharauis, y de conocer algo más a este maravilloso pueblo que busca ser un país digno. Llevan más de cuatro décadas luchando, y seguirán haciéndolo hasta alcanzar su objetivo.
